miércoles, 14 de octubre de 2015

Milla de la Granja de San Ildefonso

Estábamos en pleno mes de agosto. Otros años estaba vago, perro, con galbana. Pero este año, debido a que durante la temporada casi no había corrido, me lo había tomado distinto. Encima la compañía de mi sobrino hacía que levantarse a las 7 de la mañana para correr no fuera tan duro. Rodajes cortos, cambios de ritmo..poco a poco nos íbamos poniendo en forma  los dos. Yo me esperaba encontrar bien para septiembre, para cuando llegará la carrera de Carranque, pero se me cruzo en medio una buena judiada en La Granja de Segovia y allí alcancé la gloria. 
Era una milla, distancia que nunca había corrido. Nos separaron por categorías y yo entre en la de veteranos. En total eramos unos 8 o 9 corredores. Buen ambiente antes de la salida. Son 4 vueltas a un circuito de ida y vuelta, donde la ida es bajada y la vuelta es subida. Se da la salida y me colocó en tercera posición. 

Intenté pasar a la segunda, pero me di cuenta que como el suelo era empedrado, solo se podía ir por la rodera que era un poco más lisa, con lo cual nos pusimos los tres que íbamos primeros en fila india. Yo siempre tercero. Así fueron pasando las vueltas. A partir de la segunda, ya empecé a pensar que podía hacer. Era la primera vez que me encontraba en una de estas. Yo siempre corro en el bulto, sin ninguna estrategia clara que no sea la de intentar no quedar de los últimos. Y ese día me estaba viendo como si fuera Fermín Cacho en las Olimpiadas de Barcelona. A todo esto, mi hermana, mi sobrina, Raquel, los niños, todos viendo la prueba y supongo que vibrando con mi grácil zancada.






En la subida de la tercera vuelta me probé a intentar atacarles, pasar a la segunda posición por lo menos, pero bastante tenía con aguantar el ritmo con el que me estaban torturando. Además, salir al pavés, era hacer doble esfuerzo. Así que empezamos la última bajada, donde mantenemos las posiciones y lo dejamos todo para la subida final. En la última curva el que iba primero consigue distanciarse un poco, y ya desde abajo empiezo mi ataque. Veo que el primero va a ser imposible y encima el segundo se me ha distanciado un poco también. Redoblo esfuerzos con mis fuerzas al límite, y poco a poco me echó encima de él. Los últimos metros fueron agónicos. Con él que no cedía y yo esprintando como nunca he hecho. Al final, conseguí adelantarle en la linea de meta y ser segundo. Por primera vez en mi vida iba a subir al podium.
La verdad, una emoción inmensa. Ya se que eramos cuatro gatos y que la carrera era poca cosa, pero me emocionó de verdad. Bajé con mi copa más contento que unas castañuelas y ahí la tengo en el salón, esperando que dentro de unos años, consiga alguna compañera. 

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