Tras dos temporadas impecables, hemos asistido en esta tercera temporada a un desastre de proporciones bíblicas. A un batiburrillo y un pisto manchego que no ha dejado satisfecho a casi nadie.
El comienzo de esta tercera temporada, sin ser genial, cumplía, pero el problema ha sido cuando los guionistas se han lanzado a por todas y han salido escaldados. Unas tramas absurdas y que no han llevado a ninguna parte, como la transformación de Olivia en William Bell, que ponía un tono humorístico que a mí no me hacía ni puta gracia. El tema de la maquinita, bastante cansino y alargado, tampoco ha aportado nada bueno. Si algo ha caracterizado a esta serie es que pese a ser de ciencia ficción, las tramas estaban bien hilvanadas y tenían coherencia, pero esta tercera temporada ha estado lleno de despropósitos.
Para colmo, el tema amoroso, más propio de un culebrón venezolano, ha acabado por joderlo todo. Yo quiero a mi Olivia Dunham dura, no enamorada y cayéndosele la baba con Peter, el cual parece que siempre tiene un negocio entre manos. Pero como no todo puede ser malo, vamos a dejar para la esperanza ese último episodio, donde un nuevo comienzo puede preceder al fin de todos los tiempos. El futuro que nos muestra, desolador, y con los personajes envejecidos, puede ser un buen punto de partida para una cuarta temporada ya confirmada. Esperemos que sea la última y que sepan rematar la serie como se merece. Como una de las mejores series de ciencia ficción de los últimos años.
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