
El tono de la película pide a gritos su emisión en la franja nocturna de la 2, no en vano Cuesta ha dirigido varios episodios de A dos metros bajo tierra. Su hiperrealismo oscuro la separa de películas hermanas como Thirteen que son mucho más desmesuradas.
Del mosaico de historias la más lograda es la del niño obeso y su cruzada por salvar a su familia de la gordura. Las demás van perdiendo un poco de fuerza a medida que avanza el metraje, y la venganza consumada parece un poco fuera de lugar.
En definitiva, una película recia, sin concesiones al espectador, donde los niños empiezan a ser adultos y estos se van convirtiendo en unos pobres desgraciados.
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