¿Otra película de adolescentes en busca de su primer polvo? ¿Más de lo mismo? Para nada.
Si uno ve el título y le cuentan el argumento, sale corriendo. Tres amigos que buscan perder su virginidad antes de irse a la universidad. Tienen que emborrachar a las chicas, que así, las probabilidades de éxito suben. Consiguen un carnet falso para conseguir el alcohol que les abrirá las puertas del cielo, y todo se les va de las manos. Podía haber salido otro American Pie. Pero no. Es más honesta, más burra y mucho mejor película. Una delicatessen, pero no de caviar, sino de berenjenas, anchoas y guindillas que también están muy ricas.
Gran parte del éxito de la película está en su credibilidad. Los actores (perfecto el casting), son chavalillos y no tíos de treinta años haciendo de adolescentes. El trío protagonista engancha y de que manera, erigiéndose en el rey de la función el gran Mcglovin.
Diálogos como "en dos semanas me hará una paja, en un mes me la chupa y al empezar la universidad ya seré un experto comedor de coños", o "quiero ir a esta universidad porque allí las chicas son la mitad de inteligentes y así duplico las posibilidades de que me la chupen", han supuesto un vendaval de aire fresco en la anquilosada comedia americana. No en vano el nuevo guru Judd Apatow esta detrás. Este guión podía haber sido escrito por un Tarantino quinceañero, que habría que haberle visto.
Sorprende que cuando toda la trama parece que va a desembocar en un climax de fiesta y sexo, empieza a adquirir un tono crepuscular, con cierto desencanto. Todo se impregna de una sombra de melancolía y la importancia del sexo deja paso a la amistad con ese amago de momento Krampack que esta vez no me pillo en fuera de juego.
Si uno ve el título y le cuentan el argumento, sale corriendo. Tres amigos que buscan perder su virginidad antes de irse a la universidad. Tienen que emborrachar a las chicas, que así, las probabilidades de éxito suben. Consiguen un carnet falso para conseguir el alcohol que les abrirá las puertas del cielo, y todo se les va de las manos. Podía haber salido otro American Pie. Pero no. Es más honesta, más burra y mucho mejor película. Una delicatessen, pero no de caviar, sino de berenjenas, anchoas y guindillas que también están muy ricas.
Gran parte del éxito de la película está en su credibilidad. Los actores (perfecto el casting), son chavalillos y no tíos de treinta años haciendo de adolescentes. El trío protagonista engancha y de que manera, erigiéndose en el rey de la función el gran Mcglovin.
Diálogos como "en dos semanas me hará una paja, en un mes me la chupa y al empezar la universidad ya seré un experto comedor de coños", o "quiero ir a esta universidad porque allí las chicas son la mitad de inteligentes y así duplico las posibilidades de que me la chupen", han supuesto un vendaval de aire fresco en la anquilosada comedia americana. No en vano el nuevo guru Judd Apatow esta detrás. Este guión podía haber sido escrito por un Tarantino quinceañero, que habría que haberle visto.
Sorprende que cuando toda la trama parece que va a desembocar en un climax de fiesta y sexo, empieza a adquirir un tono crepuscular, con cierto desencanto. Todo se impregna de una sombra de melancolía y la importancia del sexo deja paso a la amistad con ese amago de momento Krampack que esta vez no me pillo en fuera de juego.
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