El último film del octogenario Sidney Lumet es un puzzle negro. Cine negro en estado puro, ya saben, Kunta Kinte, Will Smith, los putos amos. En serio, un gran film que cuenta la historia de un atraco perfecto pertrechado por dos hermanos a la joyería de sus padres, con un desenlace fatal e imprevisto que va produciendo una cascada de fatalidades.
El abuelete hace sudar la camiseta a sus actores. Todos están esplendidos, con una Marisa Tomei sorprendentemente sensual, aunque un punto desaprovechada. Philip Seymour Hoffman en su linea, gordo y blando seboso hijo puta, que lo hace de miedo. Su hermano en el film, Ethan Hawke, va creciendo poco a poco, al igual que las arrugas en su fino rostro de eterno adolescente. Pero para mí, el mejor es el padre, un destrozado Albert Finney, cuyas expresiones de angustia son de lo mejor que he visto últimamente.
Aparte del trabajo actoral, el film para mí, cojea en esa concepción de mosaíco, que hace que andes un poco despistado la mayor parte del metraje. Pasas por etapas de distanciamiento, y por momentos de intensidad imposibles de mantener. Es una película picuda, muy recomendable, que algunos quieren hacer ver como una obra maestra, aunque para mí, no es tal.
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